La Consagración al Corazón de Jesús



Consagrémonos al Corazón de Jesús, a hacer de tu vida una ofrenda al padre, a unirte de una forma más estrecha a la entrega de amor del hijo. Entendamos mejor esta propuesta de identificación de corazón a corazón con Jesús, pues sabemos los enormes beneficios que trae a la vida espiritual del cristiano.


¿Qué es consagrarte al Sagrado Corazón?

Se trata de un ofrecimiento personal, familiar o comunitario, por el cual libremente elegimos vincularnos más estrechamente al corazón de Cristo, y así participar de un modo más cercano de las riquezas de su amor por nosotros.
La consagración, que implica la entrega total del ser, es confirmar y refrescar en nosotros la conciencia de la relación que existe entre Dios y nosotros, ya que por el Bautismo el cristiano se consagra a Dios y se ofrece a Cristo (ver Deut. 26, 16-19 y Jn. 31, 33-34). El cristiano confirma y ratifica esta consagración cada domingo en la celebración de la Eucaristía, cuando participa en ella con devoción y atención. En lo fundamental no consiste en otra cosa que la renovación de nuestra consagración bautismal al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Consagrarse al Corazón de Cristo "es saltar a la vanguardia, al puesto de los que no se contentan con menos que con ofrecerlo todo".
Dijo hace tiempo el Papa Pío XII: "Nos parece que Jesús desciende entre vosotros y dice a los que todavía dudan: Entregadme vuestro corazón’, todo vuestro corazón, para siempre. Tengo necesidad de gente que aspire a la entrega total de sí, aun permaneciendo en medio del alboroto del mundo. Necesito jóvenes heroicos, niños inocentes, esposos fieles, jóvenes puros..."


¿Por qué consagrarse?

Jesús se merece toda nuestra vida, y aquellos que se la desean entregar reciben de él en respuesta un enorme caudal de gozo, de paz, de amor. Es una alianza altamente beneficiosa para nosotros, pues el Señor cumple sus promesas: "Si permanecen en Mi, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les dará" (Jn. 15,7).


¿Qué exige la Consagración?

Por ella nos comprometemos a:
  • Renovar nuestro compromiso bautismal de ser santos, de ser siempre fieles a Jesucristo y a su Evangelio: "Reproducid en vuestro corazón la santidad del Corazón de Jesús" (Juan Pablo II, 1979).
  • Ofrecer cada día nuestra vida en unión y comunión con los sentimientos del Corazón de Cristo. "Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús..." (Flp. 2,5), y orando por las intenciones del Papa, confiadas al Apostolado de la Oración.
  • Vivir en actitud eucarística, como vivó Jesús. Para esto requerimos de la participación frecuente en la misa, ojalá más de una vez a la semana.
  • Ser un apóstol de la espiritualidad del Corazón de Jesús.

¿Cómo me consagro al Corazón de Jesús?

Es fundamental la preparación previa, con tiempo.
Mientras no esté dispuesto a dar todo, conviene orar con insistencia, "pidiendo lo que deseo", en esa actitud humilde de que habla San Agustín: "Dame, Señor, lo que me pides y pídame lo que quieras". La preparación puede consistir en un Curso y Retiro de Consagración, en ir a misa durante nueve primeros viernes de mes, con la intención de unir mi corazón al de Jesús, en lecturas adecuadas, en la confesión sacramental, etc.
Cuando me sienta preparado, me acerco al sacerdote de mi comunidad y manifiesto de querer consagrarme al Sagrado Corazón en esa comunidad hago mi consagración, de preferencia en una Eucaristía se puede pronunciar la fórmula después de la homilía, o antes de comulgar.


Acto de Consagración

Rendido a tus pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me has dado, y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorable Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte, y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven. Mira que soy muy pobre, Dulcísimo Jesús, y necesito de Ti, como el mendigo, de la limosna que el rico le ha de dar. Mira que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de tus enseñanzas como luz y guía de mi ignorancia. Mira que soy muy débil, oh Poderosísimo amparo de los débiles y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer.
Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tu lo alentaste y convidaste, cuando con tan tiernos acentos dijiste repetidas veces en tu Evangelio: "Vengan a Mi", "Aprendan de Mi", "Pidan", "Llamen".
A las puertas de tu Corazón, vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Jesús, firme, formal y decidida entrega. Tómalo Tu, y dame en cambio, lo que sabes que me va a hacer bueno en la Tierra y dichoso en la Eternidad.
Amén.


Promesas del Sagrado Corazón de Jesús

A los que aman y confían en mí:
  1. Les daré todas las gracias necesarias para su estado.
  2. Estableceré mi paz en sus familias.
  3. Los aliviaré en todas sus aflicciones.
  4. Seré su protección en la vida y su consuelo en la muerte.
  5. Derramaré bendiciones abundantes en todas sus empresas.
  6. Los pecadores hallarán el océano de misericordia.
  7. Los tibios se harán fervorosos.
  8. Los fervorosos progresarán en la perfección.
  9. Bendeciré los hogares donde mi imagen se exponga y venere.
  10. Daré a los sacerdotes el poder de llegar a los corazones.
  11. Yo no me olvidaré de las personas que propaguen el culto a mi corazón.
  12. Y solamente prometo que aquéllos que comulguen reparadoramente nueve primeros viernes consecutivos, obtendrán la gracia de la penitencia final y no morirán sin recibir los sacramentos. Mi Corazón será para ellos un refugio seguro en dicha hora.